5.10.04

Mañana quieta.
Solo un zumbido lento
me recuerda mi cabeza.
Pegada a mis clavículas
se estira buscando un horizonte
más allá de los edificios
blancos, inmóviles
que desafían a mis ojos.
Abro la ventana
y una brisa refrescante
me seca el sudor de la noche.
Late el reloj
y yo, no puedo volver atrás.

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